domingo, 17 de noviembre de 2019

¿Terapias o pseudoterapias?



     Andaba un servidor esta mañana en épica y pugilística lucha con Lexnet, al tiempo que suplicaba a la plataforma de firmas que no me abandonara, rogaba a San Apapurcio, despellejado y mártir,  que la aplicación de subastas judiciales  no me expulsara por estar diez segundos sin teclear datos,  imploraba a la plataforma de apoderamientos electrónicos que se abriera como el mar ante Moisés,  atendía por teléfono a un pelmazo e indudable candidato a capacidad modificada, el escaner se atascaba,  la impresora olía a rebanada de pan chamuscado...  cuando un pliego de papel, tal que la hoja que se desprende de un esbelto algarrobo en otoño,  descendió suavemente sobre el escritorio.

  "El Sindicato ... informa...."  Naturalmente era la periódica visita del liberado sindical para justificar su propia existencia.

     Entenderán que, hallándome en plena vorágine tramitadora,  no prestara excesiva atención cuando se plantó en medio de la oficina y desplegó su oratoria de Cicerón vendeburras. Sin embargo, entre convocatorias de concurso, lo cabronazos que son en el ministerio,  masas salariales, días libres y demás farfulla unas palabras me zarandearon el hipocampo, atravesaron el sistema límbico, se dieron  una vuelta por el hipotálamó y se incrustaron en el cerebelo: ¡CURSOS DE FORMACIÓN!

    "Cuidado de colodrillo y prevención del síndrome del espinazo vertebral contuso", "Yo, tu coxis",  "El PDF, nacimiento, desarrollo y reproducción", "Minutas de S.Sª en post it , uso de psicotrópicos  y su interpretación; concomitancias con la escritura cuneiforme sumeria",  "El reguetón y la problemática de su incardinación en los vigentes tipos penales"... perdonarán que me dejara llevar por la pasión y anhelara que el Ministerio ofreciera cursos de tal enjundia. 

      Pues no. Se trata de un curso de una semana de duración de mindfulness. ¿Mindfulness?...  ¿Que narices es el mindfulness? En principio la palabreja me sonaba a alguna actividad modernaza que se practica en los gimnasios,  versión actualizada de las mazmorras de la Santa Inquisición y sus instrumentos de tortura, con olor a lilimento y gente en pijama o medio en cueros  cantando jotas a grito pelado mientras se pedalea y se brinca en una bicicleta estática hasta dejar el chakra hecho cisco, saltando a la comba o haciendo el burro en general; todo ello mientras atruena en los altavoces el chunda chunda  más petardo y cochambroso del Hit Parade nacional e internacional. Bueno, todas esas cosas me las han contado porque no he pisado jamás semejante establecimiento y, puestos a sudar la gota gorda, con leer la prensa diaria y subir cuestas me basta.

   El mindfulness es una técnica de relajación que nos enseña a tomar conciencia plena de nuestras emociones con el fin de eliminar la frustración o ansiedad que produce el no poder cambiar ciertas situaciones, me tranquilizan. ¡Humm! esto ya lo hacía hace años, básicamente fumando porros y escuchando blues, así que pierdo interés en el asunto y decido que prefiero analizarme somatoemocionalmente por mi cuenta.

   Pues nada, otra vez será; quizás en la próxima convocatoria ofrezcan cursos, a mí juicio,  más útiles y de eficacia probada científicamente, tales que los cristales de cuarzo,  la terapia floral de California, la caballoterapia, la medicina de los mapuches, la terapia de renovación de memoria celular, el yoga de polaridad, el aura soma, el método de orientación corporal Kidoc, el masaje metamórfico y, sobre todo y este seguro que no me lo pierdo, la hidroterapia de colon.

    Namasté.
       
  

     

 



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