No se recoge entre las distintas categorías el título de
el más empalagoso pero nosotros no tenemos dudas al respecto; Tal prestigioso galardón corresponde al roscón, horneado al alimón en las cocinas del Congreso durante la celebración del torneo culinario
Presidentcheff, por el aventurero y
play boy Narciso Pechoabierto, campeón mundial de automovilismo formula CF (cuesta abajo, de culo y sin frenos) y perfeccionador del hormigón armado de uso facial, y el eminente catedrático en ciencias políticas y economía de subsistencia Ciro Turrón de Alicante, Portador Emérito de la Flama Magna, Umbelífero Perenne y Bastión Mayor de la Famélica Legión.
Encantadora la
performance ofrecida por ambos
cheff en la preparación de su almibarado postre. ¡Qué graciosos mohines! ¡qué dulces arrumacos! ¡qué gestitos de complicidad! Todo delicioso. No obstante, quizás hubo un exceso de autocomplaciencia y, en tal sentido, nos acordamos del Sr. Lobo en el
film de Tarantino
Pulp Fiction soltando esa
frase con connotaciones aristotélicas: "Buen trabajo caballeros, tal vez salgamos de esta... bueno, pero no empecemos a chuparnos las pollas todavía". Ahora eso sí, es de resaltar el impresionante catálogo de utensilios de cocina exhibidos, el anuncio de una línea de bajo coste de todo tipo de artilugios y el destierro definitivo de ese
recetario de la Sección Femenina, machista y generador de gases de efecto invernadero, que todavía pulula por algunos hogares.
No ofrecieron novedades los platos preparados por los pinches de la cocina más tradicional y conservadora, aunque rebajaron un poco el
soufflé elaborado por el Sr. Pechoabierto y el Sr. Turrón recordando acertádamente al primero cuando defendía con pasión el uso del ajo a discreción y el cocido maragato.
Horno a máxima potencia, recurso
sin compasión del
baño maría, manejo del
grill a destajo y la picadora sin parar de producir albóndigas por parte de las casas regionales en su turno. Digno de ver al Sr. Pechoabierto y a sus partidarios catando el
pá amb tomáquet, la
butifarra amb mongetes, la
escudella y el
marmitako, aderezados todos ellos a base de aceite de ricino y salsa de semillas de trágala-servilón, sin mover un músculo.
Y eso únicamente fueron los entremeses. Nadie esperaba por parte de D. Narciso, en réplica a los
sumillers periféricos, un exceso de cocción, pero la elaboración de unas insulsas natillas con una galleta fontaneda flotando en la superficie obligó a sus
fans a apretar papilas gustativas y nalgas de forma inmisericorde. El quiropráctico de urgencias tuvo que utilizar una thermomix y una palanqueta para destensar los esfínteres afectados. Por el contrario, en su pugna con los despenseros conservadores, se esmeró el ínclito explorador facturando unos chuletones de buey poligonero, macerados en salsa macarra y guarnición de golfete de billar, que hicieron las delicias de los comensales.
Entre los participantes menos montunos de la categoría de cocina regional sorprendieron una señora con nombre de jugador
vintage de tenis, con unos muy dignos entrantes de pepino amargo, y un señor cántabro con bigote que en vez del previsible
sorropotún confeccionó una tarta de
merengue monsieur cusine que, no se sabe como, acabó estampada contra la apolínea jeta de D. Narciso.
Por último, no podemos dejar de mencionar las duras críticas vertidas sobre los
marmitones Michelín de la Alta Cocina Judicial, especialmente relativas a la usanza excesiva de las indigestas coles de bruselas, las sentencias sin desestructurar, el código culinario de la Marquesa de Parabere y la vetusta
vajilla duralex. Incluso se insinuó con maledicencia que el último plato novedoso del gremio consistió en un
entrecot de mamut con hierbajos de cuneta y que ya va siendo hora de renovar la despensa. Esperamos ansiosos los recetarios de las distintas sociedades gastronómicas, sobre todo de
Sollastres y Sollastras por la Democracia, firmes defensores de la
nouvelle cuisine, a la vista de la prescripción publicitada de purgantes y enemas.
Píloro.