Relación en la que se participa al muy Serenísimo Señor Ministro de Justicia de lo acontecido a escribanos de las Cortes de Justicia de la muy noble ciudad de Ávila de los Caballeros.
Pues sepa vuestra merced que en la jornada de hoy, encontrándome en compañía del bachiller Sr. Petit en una venta de aquesta villa y de nombre “El Jamonazo”, sorprendiome que los numerosos paisanos presentes en la susodicha, no mantenían, como es habitual en tales establecimientos, acaloradas controversias sobre justas futboleras, damas linajudas de licenciosas costumbres y asuntos de parecido jaez. Sin encomendarse a Dios o al Diablo, aquellos villanos desgranaban con singular presteza novedosas y extravagantes teorías sobre ejecutorias, Códigos Penales, reglamentos disciplinarios y detalladas formas de desmembrar a un Magistrado hispalense, de nombre Tirado al parecer.
Le comenté al caballero Petit que, ignorando la dedicación o no del meritado Magistrado a los asuntos de su despacho, pareciome que igual de dolosa debía ser la actuación de los cortesanos electos que nos gobiernan, que por su inoperancia y dejadez, propiciaban el caos y la saturación de los negociados de Justicia, pero que con proverbial habilidad para escurrir el bulto no merecían como es debido la reprobación de los gañanes. Diome la razón mi contertulio, añadiendo que a rebufo de los últimos acontecimientos no tardarían aquellos en dictar improvisadamente gran variedad de normas, leyes y fueros, sacándose de la chistera registros, órganos y comisiones. A nadie le importará que todo quede en papel mojado o que los negociados así paridos nunca funcionen como es debido por falta de interés, caudales o personal, pero habrán mantenido sus orondas nalgas alejadas de los azotes del populacho.
Enfrascados en nuestras graves divagaciones, no nos percatamos que habíamos sido oídos por algunos de los presentes y que, por otra parte, habíamos sido reconocidos como miembros del gremio justiciero. Siendo su Ilustrísima un experto en el arte cinegético, entenderá cuando le digo que me sentí como el tierno conejito que se cruza en el camino del cazador que, frustrado por no haber podido abatir un muflón, ciervo, gamo o cerduno jabalí, decide presto despachar al primer diminuto bicho que se le ponga por delante. Así aquella masa tumultuosa decidió que, a falta de un juez Tirado al que colgar de los pulgares o hereje luterano que quemar en la hoguera, bien podían desahogarse con aquel par de amanuenses.
Con furia sarracena y al inmortal grito de ¡VAMOS A ENDIÑARLES!, que otrora hicieran famoso los tercios del Gran Capitán en sus campañas Italianas, arremetieron contra el que suscribe, al tiempo que hacían una semblanza, no recuerdo sí en términos laudatorios, de los difuntos ancestros de la Magistratura en general y los de Vuecencia en particular, a quien Dios Guarde muchos años. De poco valieron mis flacas excusas de ser un simple grumete en la nao justiciera.
Y hablo bien en singular, porque a la fama de maese Petit como el más raudo escribiente o más audaz requebrador de mozas y doncellas de aquesta Chancillería , se ha de añadir a partir de hoy a sus blasones la célere habilidad en poner pies en polvorosa. Que digo yo que, siendo dos los pellejos prestos a recibir estopa y, si las artes matemáticas no mienten, me hubieran tocado sólo la mitad de las bofetadas, morrazos, pescozones, puntapiés y mojicones que allí se repartieron en profusión.
Y heme aquí postrado en mi lecho, con gran quebranto de huesos, el pellejo amoratado y mí apéndice nasal del tamaño de tubérculo americano, que le doy cuenta de los susodichos sucesos por si su Ilustrísima considera que es de menester proveer alguna diligencia.
En la Villa de Ávila, en el día del Señor de 14 de septiembre y año de 2008.
EL FUNCIONARIO CONTUSO.
1 Comentar:
La muy noble y leal Villa de Ávila de los Caballeros
Publicar un comentario