domingo, 10 de agosto de 2008

RELATOS DE VERANO 4

EL REY LAGARTO SERPENTEANTE
Sé que esta tarde habré dejado de existir. La morfina, el peyote, la mescalina, el café, el vino peleón no me hacen efecto y ya no puedo soportar más esta angustia.

¿Cuándo comenzó todo? Tengo la mente confusa pero creo recordar que fue durante la guardia del pasado mes de marzo, estando el huelgueo en todo su apogeo. Aquella tarde no había detenidos, ni llamadas de teléfonos, ni viejecitas denunciando que alguien le había matado el gato, sólo una agradable tranquilidad, con Van Morrison aullando en los altavoces y una taza de café de máquina sobre la mesa.

Me dedicaba a grapar cosas, con mi proverbial eficacia, cuando me sobresaltó el pitido del fax. Observé en silencio cómo la máquina escupía una hoja y me levanté despreocupadamente. El reloj marcaba las 19:45, así que no podía ser ninguna libertad ni nada importante. Probablemente algún escrito de un Letrado o publicidad de una fuente de agua. Aquí de todas formas somos muy tradicionales y seguimos usando botijo.

Siempre he actuado con frialdad, sin embargo en esta ocasión sujeté la hoja con los dedos y... un extraña sensación de desasosiego y temor me paralizó. ¿Qué lo provocó? No sabría decirlo con exactitud ¿Mi propia sombra proyectada sobre la pared que parecía difuminarse y adoptar formas antinaturales? ¿una corriente de aire pestilente, húmedo y caliente que me envolvió como una sábana pegajosa?. Ignoro cuánto tiempo permanecí en aquel estado de confusión, sólo sé que de pronto tuve conciencia, de forma similar a cuando se despierta de un sueño profundo, que estaba allí de pie, delante del fax, sujetando una hoja de papel.


Volteé la hoja. Estaba manuscrita y parecía haber sido escrita con una estilográfica. La leí un par de veces, sin conseguir entender qué era aquello, puesto que utilizaba un lenguaje añejo, haciendo continuas referencias a corregidores, alguaciles, escribanos, Alcaldes de Casa y Corte, allegationes fiscales y otras de parecido jaez. Lo que sí entendí perfectamente era el final: … e si no se finaliza la pendencia, acabaréis pues con el redaño fuera y la sesada esparcida. Tomad confesión e recibir los Sacramentos.

Aquéllo sólo fue el comienzo. En los días posteriores, sonaba mi teléfono y una serie de guturales voces superpuestas aullaban palabras inconexas y frases incomprensibles. En otras ocasiones me parecía ver en la parpadeante pantalla del ordenador monstruosas formas que reptaban hacía mi o intentaban alcanzarme con sus viscosos tentáculos. Los expedientes se deshacían en polvo entre mis manos, o de ellos se desprendía un intenso hedor a carne putrefacta que me provoca arcadas, brotando de sus folios miles de gusanos blanquecinos que se desparraman sobre la mesa y el suelo como confeti.

Todos estos fenómenos han ido aumentando en número e intensidad, hasta que en el día de ayer, Procuradores y Letrados, se metamorfoseaban ante mis ojos en criaturas de indescriptible monstruosidad, sin que ninguno de los funcionarios presentes diera muestra de observar lo que yo veía horrorizado.


Sólo el alcohol y las drogas me han permitido llegar hasta aquí. Juzgadme con benevolencia, pues ¿qué otra cosa podía hacer? ¿A quién recurrir? Me tomarían por un enajenado más.

En las interminables horas que he pasado encerrado en mi casa, temblando sólo ante la idea de tener que acudir al día siguiente al Juzgado, he meditado hasta la extenuación sobre todo lo que está ocurriendo, mientras escuchaba una y otra vez los inquietantes versos de The Celebration of the lizard de The Doors, ¿Es posible que los últimos sucesos en el ámbito de la Administración de Justicia, hayan provocado que seres atormentados y criaturas del inframundo rompan sus ligaduras ancestrales y salgan al mundo exterior, utilizando para ello las líneas telefónicas y la fibra óptica? Ese mundo exterior al que llamamos realidad.

El Ministro que tenemos, la patada en los glúteos que ha propinado el Tribunal de Estrasburgo a los dos pesos pesados de nuestro sistema judicial, los Albertos, el Juez Pedraz, el mercadeo entre los partidos políticos de los cargos electivos del CGPJ y Magistrados del Constitucional… y tantos otros casos que nos presentan la Justicia, como dijo aquel, genuflexa ante el poder político y económico ¿serán los eslabones que faltaban en la cadena de acontecimientos, que han provocado la venida de esos seres del mundo de los sueños? Porque ya no se trata de errores cometidos por exceso de trabajo, falta de medios o, incluso, por desidia e incompetencia, sino de sometimiento ante los poderosos, esos mismos poderosos que pontifican sobre valores, justicia, imparcialidad y demás zarandajas, para luego velar sólo por sus egoístas intereses partidistas.


19:55 horas. Estoy nuevamente solo en el Juzgado y he desconectado todos los teléfonos y los cables de red de todos los ordenadores, incluído el mío. Desde mi mesa veo avanzar segundo a segundo las manillas del reloj y pienso que lo voy a conseguir, de pronto, un sonido a mí espalda… ¡Dios mío, el Fax! ¡olvidé el Fax!. El pánico no me deja volver la cabeza y una sombra va cubriendo la superficie de la mesa, mientras una sensación de podredumbre centenaria me rodea, luego unas ¿manos? arrancan a tiras la piel y la carne de mi espalda…

Bep…bep…bep,.. ¡Maldito despertador! Tras un mes de vacaciones, hoy toca volver al Juzgado a trabajar. No es de extrañar la pesadilla que he tenido, ¡peor que si hubiera tomado callos para cenar! Me levanto de la cama y al apoyar los pies en el suelo suena un chapoteo extraño. Debo estar haciendo mucho ruido porque mi mujer se ha despertado y encendido la luz. Un grito espeluznante rasga el aire, mientras observo que salta de la cama y se acurruca en una esquina de la habitación, mirándome con los ojos desorbitados y sin dejar de gritar. ¿Qué es lo que pasa?, me doy la vuelta y veo mi rostro en el espejo… ¡el horror!
Al menos con esta cara culo, seguro que me dan una baja hasta septiembre.


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