La funcionaria Renata Palomeque apareció un día asesinada en las dependencias del
juzgado cuevachuelista y de lo mercachiflero nº 1. Cuando la policía consigue derribar la puerta de acceso a la
oficina “que había sido tapiada con
cincuenta archivadores que contenían los procedimientos mercachifles
correspondientes al año 2013”, contempla la estremecedora escena: La
señorita Palomeque sentada inmóvil parece contemplar la pantalla de ordenador que hay sobre el escritorio. Las primeras hipótesis apuntan a un caso de autolisis, sin embargo el posterior y minucioso informe forense detalla que a la víctima le falta la cabeza. Esta, finalmente, es localizada debajo del mostrador, justo al lado del botijo.
En consecuencia, se baraja la posible comisión de un crimen, aunque sin descartar del todo que la estatutaria dejará su cabeza debajo del mostrador para no impresionarse con el acto que iba a realizar o se suicidara y posteriormente la colocará allí para despistar.
En consecuencia, se baraja la posible comisión de un crimen, aunque sin descartar del todo que la estatutaria dejará su cabeza debajo del mostrador para no impresionarse con el acto que iba a realizar o se suicidara y posteriormente la colocará allí para despistar.
¿Se ha autoescabechado la Srta. Palomeque?, si la han asesinado ¿quién ha sido el trapisondista? ¿Por qué la mató? Sólo hay una débil pista: cagarrutas de cabra esparcidas por toda la
estancia… y la cabra autora de las deposiciones.
El
inspector Valdemar Pomeroy se hace cargo de las investigaciones y en 24 horas detiene
al culpable. ¿Quién es el matarife? ¿Cómo pudo descubrirlo el célebre inspector.?
Nada más entrar en la oficina, y tras un
simple vistazo al escritorio de la
asesinada, el inspector Pomeroy aseguró categóricamente:
- La difunta era zurda, esto explicaría la extraña posición del ratón
respecto al teclado, ergo el asesino
debe ser diestro. Además, de la presencia de la cabra se deduce que el asesino es de pueblo, baila zumba y le gusta Sergio Dalma.
Por otro
lado la Srta. Palomeque era la eminencia en esta covachuela de los codicilios
concursaleros y, según tengo entendido,
se marchaba dentro de unos días trasladada a la Audiencia Provincial. Esto significa
que hasta que se incorpore el sustituto alguno de sus colegas tendrá que
hacerse cargo del marronazo. Para que la
canallada sea mayor resulta que el suplente resultón de Renata proviene de un Juzgado de Paz, así que al afortunado que le toque el
baile está de mierda hasta las cejas. Esto es motivo suficiente para que te
entren ganas de arrancar el páncreas o cortarle la cabeza a alguien y, consecuentemente, cualquiera de los funcionarios de este juzgado
tenía un móvil para defenestrar a la señorita Palomeque. Ademas, a tenor del arcaico código de honor por el que se rigen estos individuos, la víctima era una perraca traidora,
una rata que abandona el barco en pleno zafarrancho de combate para irse a comer queso
en un cementerio de elefantes.
No obstante, la prueba de cargo definitiva es la cabra. Si en un principio podría pensarse que fue olvidada por el asesino en su precipitada huida, los restos de los expedientes que se ha merendado permiten deducir que la dejó aquí con un propósito. Fíjense, ¡exclusivamente se ha zampado los procedimientos mercachifleros acabados en las cifras 4, 5 y 6! O la chiva es un remilgada en sus gustos gastronómicos o ha sido aleccionada al efecto. Apuesto por lo segundo. Es parecido al complot, recientemente descubierto en Sevilla, en el que el PSOE-A planeaba introducir en el juzgado de la Magistrada Alaya unos cuantos miles de ejemplares de lepidoptherus antrophofaghus vulgaris, una especie de polilla mutante capaz de reducir el sumario de los ERE a polvillo y excremento polillero en un par de horas.
En definitiva, el asesino es el funcionario de este juzgado que sea diestro,
de pueblo, quema grasas con el zumba, tramita los expedientes de la
jurisdicción mercachiflera acabados en 4, 5 y 6 y, en el colmo de la depravación,
escucha a Sergio Dalma.
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