A Don Florentino Amando le sabían requetemal los juegos de ojos, y otras cosuelas, entre su juvenil y pizpireta cónyuge y Pascual, un guapo convecino. Ocurrieron los hechos en una barriada de Albacete, donde vivía el matrimonio.
Al pobre Florentino se le llevaban los demonios... y era el comerse las uñas... y el espionaje sin resultado rotundo y positivo... y el olerse la tostada sin tostada. A Florentino, en fin, le pesaba ominosamente la cabeza.
Un tarde, cuando circulaba en su Simca 1000, divisó a su rival a punto detener su coche y apearse en una calle solitaria. Florentino vio rojo, y como torete embravecido, no lo pensó más. Cogió su auto, dio la vuelta a la manzana y, desembocando en la misma calle por detrás de donde caminaba el marchoso Pascual, arremetió contra él, que, rápido de reflejos y amante de su íntegra y bella figura, dio en el último instante un respingo que ni el salto de la rana del torero del flequillo. Pero, ¡ay!, no se sabe si podrá repetir el número en el futuro, pues a pesar del magnífico brinco, el coche del colérico esposo le dio un tantarantán en las piernas del cual tardó ochenta y dos días en curarse.
De resultas, le queda una muy suave y casi coqueta cojera, nuevo atractivo a los ojos de la señora de Amando, conmovida quizá por el bárbaro atropello sufrido por su causa. Pues bien, la Audiencia, con criterio harto benevolente, condenó al Florentino, por delito de lesiones con alevosía, a la pena de dos años, cuatro meses y un día de prisión menor, amén de las accesorias.
Y lo que es la vida. el celosísimo señor Amando, que se había ido prácticamente de rositas, recurre ante el Supremo. El cual puntualiza muy bien que "no se estima acertada la calificación de simples lesiones alevosas, ni la de homicidio frustrado, y que los hechos pudieron ser calificados de asesinato frustrado". Y viene a decir que si no le da al bruto de Florentino en toda la cresta es que por estar prohibido eso de la "reformatio in pelus" (o sea, lo de poner las cosas aún peor para el recurrente).
Por Justiniano (Hermano Lobo, 20/05/1972)
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¡Jopé!, esto si que es una crónica de tribunales rigurosa y concienzuda.
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