viernes, 17 de julio de 2009

VACACIONERO

A petición popular, volvemos a publicar la entrada vacacionera del pasado verano.

PLAYERAS
(Por el Reverendísimo Padre Sotanillos)

Por San Onofre bendito que si hay un lugar al que podemos calificar como “el infierno en la Tierraª es, sin duda, el turismo playero. Y no, hijos míos, no lo decimos por la impúdica exhibición de cuerpos semidesnudos, o los indecentes bailes, propios de tribus montaraces del África profunda. Nuestra crítica viene dada por la certeza moral de que Dios no hizo al funcionario para resistir 5 horas diarias de despatarre sobre la arena ardiente o aguantar colas interminables en un chiringuito.

No obstante si decides encaminar tus vacilantes pasos de pecador hacía tal destino, permítenos darte unos humildes consejos.

En primer lugar, olvídate de tus ilusorios deseos de pequeñas y paradisíacas calas desiertas, o como mucho, con un par de guiris en pelota. O bien no existen, o se encuentran en el quinto pino, y claro, no es plan pasarse el día en el coche y luego el sofocón de llegar andando al Edén, sobre todo si el Altísimo ha bendecido tu unión con un par de tiernos querubines. Así que te toca contentarte con la playa esa a la que va todo el mundo. Y cuandodecimos todos, nos referimos ¡A TODOS!

Muy importante: sí guardas reminiscencias de un pasado, Jesús no lo quiera, contracultural o hippy y por tanto, piensas que eso de ir cargado con todo tipo de chismes al esparcimiento playero es de “burgueses”, olvídate de prejuicios y piensa que la única manera sensata de soportar tal penitencia es hacerlo con todo los cachivaches que la denostada sociedad de consumo pone a nuestra disposición: nevera tamaño-baúl-camarote repleta de cervezas, tumbona bien mullida, sombrilla (si es del tipo “carpa de circo” mucho mejor), el Hola o revistas similares (olvídate del tocho de libro de que tenías pensado leer… ¡a ver quién es el cristiano que es capaz de hacerlo con los sesos a 42 grados celsius!), etc. Y ya puestos, y para no desentonar con el entorno, no olvides una enorme sandia bien fresquita.

Pero si no es tu deseo acabar martir como San Lorenzo en la parrilla, no tendrás más remedio que arrastrar tu despellejados miembros hacia el agua… ¡allá en lontananza!, sorteando un infranqueable muro de señoras gordas sentadas en sillas de tijera, jovencitas jugando con la raquetita y la pelotita, niñatos haciendo el pino, parejas dándose el lote concupiscente, mondas de naranja, infieles sarracenos vendiendo alfombras… y todo para encontrar que la orilla se encuentra ocupada por la Armada Invencible en formación de combate: artilugios flotadores de caprichosas formas y colores y enormes balsas hinchables pilotadas por tíos calvos que al menor descuido de parten la crisma de un remazo. Consigues adentrarte unos metros y… total, descubrir que el agua tiene una temperatura y textura similar a la sopa de nabos que daban para cenar en el Seminario.

Y como hemos venido a este valle de lágrimas a pasarlas canutas, es posible que tus entrañables criaturas (o tu suegra) se empeñen en ir a un espeluznante parque acuático de esos. Y ya que no podrás evitar el crack de tu ajustado presupuesto vacacional, intenta sobreponerte a tu estado emocionalmente inestable y al bochorno que sientes rodeado de una confusa masa vociferante y salpicadora. Así podrás estar alerta, puesto que te puede caer encima alguna señora que, a pesar de sus 180 kilos, ha decidido tirarse por el súper-mega-tobogán chillando como una vieja locomotora de vapor.

Sabemos que eres émulo del Santo Job y tienes cristiana resignación, pero entendemos que, al caer la noche, te niegues en redondo a recorrer una vez más ese infernal paseo entre aceitosas nubes con olor a calamares fritos. Y asomado al balcón (balconcito más bien) de tu coqueto apartamento te darás cuenta que Lucifer ha triunfado…eso si la música pachanguera y el petardeo de los ciclomotores te dejan oír tus propios pensamientos. Entonces acuérdate del libro que no pudiste leer en la playa y agárrate a él como un náufrago al salvavidas: es el arma ideal para aplastar a los mosquitos y cucarachas.
Y recordad, hijos míos, “la ociosidad camina con tanta lentitud, que todos los vicios la alcanzan” (Franklin).

EL AGRO
(Por Ius Ponderandi, tramitador en excedencia y antropólogo aficionado)

Como les ocurre a las morsas del Atlántico Norte, la llegada de las altas temperaturas provoca en el Homo Funcionaris y demás homínidos un irrefrenable deseo de desplazarse en masa hacia una heterogénea variedad de hábitats, denominados “vacacionales”. En nuestro caso nos vamos a ocupar de la migración campestre.



Tenemos, en primer lugar, la modalidad de
“ir al pueblo del abuelo”.Durante años resultó una variedad vergonzante, no obstante su prestigio oficinesco ha aumentado notablemente desde que tal periplo ha sido renombrado por expresiones como “turismo rural”, “ecológico”, “etnográfico”, etc. Aunque, para ser sinceros, si se trata de una de esas poblaciones en medio del secarral, a pesar del cambio de denominación, siguen siendo eso, una birria.

Y eso que los próceres municipales han descubierto que ese montón de pedruscos que hay junto a la era, donde siempre se subía el tío Anselmo para vigilar a las cabras, es en realidad una
necrópolis vetona… o celta… o carpetovetónica…. Y claro, con esta excusa se monta una estupenda semana paleolítica (¿o será neolítica?... en fin, da lo mismo… de la época de esos tíos melenudos que se cargaban los mamuts a cantazo limpio), transformando al pueblo en un espectacular “Parque Temático Rural”. Esto provoca gran satisfacción en los urbanícolas, sobre todo en los más jóvenes que andaban un poco enfurruñados, porque ellos lo que querían era haber ido a Disney World y horrores similares. Y aunque sabemos que no es lo mismo hacerse una foto junto a un ratón gigante que al lado de un cavernícola cutre, si éste es el Sr. Alcalde disfrazado, pues la cosa no deja de tener su miga.

En el otro extremo, tenemos las villas situadas en los denominados
“entornos privilegiados” y de“singular belleza”. Es característico de este movimiento migratorio asemejarse más a una estampida de búfalos que a otra cosa y que, por lo general, los individuos carecen de un vínculo ancestral con el terruño. No obstante, se ha observado que tales individuos han establecido una extraña relación de amor-odio con estos lugares: se sacrifican por gozar de ellos, pero al mismo tiempo se dedican, con la colaboración de muchos lugareños, a cargárselos con gran ahínco y entusiasmo (a eso le llaman ahora “poner en valor”). Así, su estado de esquizofrenia galopante, les lleva a conservar compulsivamente sus pautas de conducta urbanitas, tales como coger el coche hasta para ir a mear, poner la tele a toda castaña, iluminar el jardín como si fuera una caseta de feria para que quede bonito y no con esa luz mortecina de las estrellas, etc.

Llama la atención la obsesión de la mayoría de los ejemplares estudiados por
“hacer cosas”. ¿y cuales son estas “cosas”? ¿observar pájaros? ¿paseitos por la orilla del río? ¿jugar al tute? ¿estar tumbado a la bartola con una cerveza sobre la barriga?. Pues no. De lo que se trata es de hacer aquello que nuestras madres definían acertadamente como “hacer el burro” y ahora se denominan “rafftin”, “puenting”, “rutas en Quads “descenso de cañones”, y chorradas similares. Eso sí, gastándose una pasta. Nada de tirarse por los rápidos en tu vieja colchoneta hinchable (esto me recuerda a la novela de A. Huxley “Un Mundo Feliz”, donde estaba socialmente mal visto realizar cualquier actividad que no conllevara un gasto o uso de bienes de consumo. ¡Y eso que la novela está escrita en los años treinta del pasado siglo!).


Dentro del grupo de homínidos que frecuenta estos entornos, encontramos el subgrupo del
Homo Frustranti, es decir, aquellos ejemplares que vienen realizando periódicamente la migración desde muchos años antes del big bang vacacional. Se les distingue por su aspecto melancólico y nostálgico, encerrados en sus viejas guaridas, maquinando planes para acabar de una vez con todas con esa marabunta ruidosa y atronadora empeñada en “gozar” de los espacios naturales, siempre que estos estén bien envueltos en celofán.

En fin, estimados lectores, yo, visto lo visto, este año me quedo en casita con los pies metidos en una palangana.

2 Comentar:

Funcionario's blog dijo...

Se nota que no habéis estado en Mallorca ;-D

Anónimo dijo...

Pues ahora que han prohibido el sexo en la playa y quieren hacer lo mismo con el topless, será aun peor...


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