

Y os preguntaréis, queridos feligreses, ¿Cómo hemos llegado a tan aterradoras conclusiones?. En un principio todo transcurría con normalidad, es decir, eminentes prelados diciendo burradas ante la exhibición de zanahorias diversas, que propiciaban que los promotores de la nueva y herética doctrina pudieran volver a sacar el espantajo del cura ultramontano armado con un trabuco, en indisoluble alianza con la derechona reaccionaria, y pasearlo por calles y plazas para regocijo de la chusma y de ciertos presentadores de televisión. Nada preocupante. Sin embargo, la lectura de una larga entrevista a Zapatorras en el Magazine de la Vanguardia nos dejó estupefactos: aquel tono babosón, esa moralina barata, aquellas berzotadas solemnes engarzadas como chorizos de cantimpalos, el Zen por aquí, el Zen
Los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Una sacerdotisa de la nueva fe y encefalograma plano hablando de ciertos seres de naturaleza incierta y glándulas mamarias vivas, pero no humanas: la demoniaca amancebada de Chucky afirmando que eso del interruptus del nasciturus permitirá disfrutar plenamente de la sexualidad (¡Venga! ¡todos a fornicar a pelo!, cuentan que exclamó entusiasmada) y anunciando urbi et orbe la buena nueva de la inminente llegada, no de un Mesías, sino de ¡DOS! a la vez: Zapatorras, émulo del Casto José, y un serafín negro. Y, por último, el mismísimo anticristo metamorfoseado en cabra consistorial con rizos, parodiando el sacramento bautismal en vez de dedicarse a arreglar los baches de las calles, que para eso le pagan.
¿Casualidades o luciferino plan para sustituir el Ojo Divino por la Ceja Cincunfleja?
Quedad en paz, hijos míos.

1 Comentar:
Jajajaja. Me ha encantado lo del "cura ultramontano armado con trabuco".
Genial la metáfora, sois unos cracks.
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