domingo, 15 de febrero de 2009

Donde se narra como D. Mariano de Bermejo marchose en buena compaña a despanzurrar marranos y otros sabrosos sucesos.

Y sepan vuestras mercedes que en año de Nuestro Señor de dos mil y nueve y mes de febrero, graves y sonados sucesos acontecieron en el legañoso y apolillado ámbito judiciero. Resultó que por aquellos días Alcaldes de Casa y Corte, Chancilleres, Corregidores y demás encargados de administrar la justicia en estas repúblicas, tomaron determinación de holgar una jornada; más, no referíase tal holganza, a la natural inclinación de visitar mancebías o ventorros, sino en metafórica queja por el estado menesteroso de los asuntos propios de sus negocios.

Y como quiera que no constaba en leyes, ordenanzas, fueros y códigos del reino tal contingencia, propiciose graves y doctas polémicas doctrinales a su alrededor. Tal y como era de preveer, la salida a escena del Gran Comendador D. Mariano de Bermejo no hizo más que enconar los exaltados ánimos. Todo tipo de virtudes ornaban a tan noble señor, pero quiso el destino que la prudencia no fuera una de ella y, así pues, con feroz entusiasmo dedicose a lanzar admoniciones, amenazas, improperios, regüeldos y sonoras ventosidades, más propias de arriero o guardador de rebaño porcino que de un principal caballero, provocando con cada rebuzno que nuevas mesnadas de oficiales regios se añadieran a las filas potencialmente ociosas.

Más no tuvo la gallardía de expedir real cédula proscribiendo la proyectada asonada y con gracia, donaire y suma desfachatez endosó el entuerto al General Consejo de Visitadores y Pesquisidores de Justicia. Estos, tras graves y sesudas disquisiciones emularon a Salomón, proveyendo que puede que sí, o que puede que no.

Y en este estado de cosas formó causa el Santo Tribunal de la Inquisición contra unos bandoleros pijoteros sospechosos de herejía y de rapiñar caudales públicos, los cuales, a mayor abundamiento, resultó que mantenían negocietes y provechosa relación con altos cortesanos peperos, enfrentados a la sazón al poderoso clan del Comendador. Al tiempo que en los cordeles de ciego se narraban con profusión los detalles de los secretos legajos sumariales, descubriose que Don Mariano y el Inquisidor Mayor, amén del superior de la Santa Hermandad y un acusador, gozaron todos en santa comunión de fructíferas jornadas cinegéticas en las que despacharon abundantes y peludas piezas de caza mayor.

Alborotose el gallinero de los cortesanos peperos en la inquietante sospecha de que, no solo se arcabucearon venados, muflones y puede que alguna cabra despistada, sino que proyectose cobrar piezas de mayor calado, ora un paquidermo, ora un búfalo resabiado Así pues, reclamaron los peperos la cabeza del bermejón ensartada en una pica o embutida en un cestón. Y a este cronista no le parece mal la defenestración de dicho señor; por la cagada de la caza y por manejar los asuntos judicieros unos días como espadachín mamporrero y otros, tal que orate o descontrolado mochales.



















Ahora bien, mal negocio harían los peperos si todo su arrojo se quedase en rasgarse el jubón, mas no dan cumplidas razones de por que tal horda de engominados bribones orbitaban a su alrededor engordando los zurrones. Y peor aún sería, que el valido real señor de ZP, se tomara a carnestolada tal bullicio cazador, pues ¿no se dice que la mujer del César, además de no ser marrana, ha de simularse honrada? Pues en esta trapisonda más parece putón verbenero, que dama.

2 Comentar:

Anónimo dijo...

Sin embargo, Fernández Bermejo ha conseguido la simpatía de mucha gente al ver con que cariño hablaba de su perro (braco alemán)

Anónimo dijo...

¡Ay, la ternura me embarga!


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