¿Hay alguien ahí?...
Muy magnífico y muy
virtuoso Sr. Director.
Aunque esta gaceta está más muerta que el proyecto de Podemos, no puedo resistir el impulso de remitirle la presente misiva
para exponer la graciosa trapisonda ocurrida en el partido judicial donde tengo
el honor de servir a la ciudadanía como miembro del excelso Cuerpazo de Pasteleo Procedimental y Manufactura
Burocrática.
Para ello es preciso retroceder unos años en el tiempo.
Resulta que los próceres locales venían reclamando desde tiempo atrás la
creación de una nueva Covachuela Judicial de Application Primus y de lo
Inquisitorum y, para calmar sus apetitos, en las altas esferas decidieron crear un descacharrante
sucedáneo al que se denominó Juzgado de
Refuerzo.
Formose íntegramente la
correspondiente plantilla de chupatintas
con interinos, ciudadanos estos
contra los que no guardo ningún tipo de animadversión o prejuicio; pero estando
la bolsa de tales especímenes más vacía que la caja registradora de un videoclub, los chicos del SPEE enviaron una remesa en plan sobre sorpresa en la que,
salvo alguna excepción, sus integrantes
gozaban de un sobresaliente mérito en común: No tener ni puta idea de lo que es
una factoría judicial.
Me dirá Vd. que eso se arregla con un cursillo acelerado y tras asimilar los interfectos que un exhorto no es una palabrota,
aprender a recargar la grapadora con soltura y localizar a primera vista donde está el
interruptor del ordenador, asunto solucionado.
Sin embargo, la realidad es que tras la entrada triunfal de la cosa electrónica
el chisme Minerva hace tiempo que dejó de ser un editor de texto más o menos
sofisticado y su uso, junto con otro montón de cacharros cibernéticos de
gestión asociados, es algo más complicadillo; en fin, que no basta con tener un somero conocimiento de
los más dulces e inconfesables secretos de las normas procesales o ser un
experto en el corta-pega para enfrentarse pugilísticamente con un expediente
judicial con alguna garantía de éxito.
¿Solución?... reforzar el
refuerzo con seres de más allá de Orión.
¿Consecuencias?... un berenjenal del
tamaño de un hipopótamo, pero de los gordos.
Ahora, con la reciente creación de la covachuela demandada, el engendro
desaparece de nuestras vidas… pero no sus consecuencias.
Como el nuevo y flamante ente debe
comenzar su singladura limpio de polvo y paja, el entuerto se ha de repartir
entre los que (teóricamente) fueron reforzados. Así que en unos pocos meses caerán sobre nuestras testas una lluvia de
expedientes en papel, expedientes electrónicos, expedientes medio pensionistas,
documentos y oficios de su padre y de su madre, acuses de recibo de-vete-tú-a-saber-a-qué-corresponden,
escritos del cámbrico superior, comunicaciones
telemáticas de ultratumba, un bocadillo de mortadela mordisqueado olvidado en un
cajón y demás restos de la actividad
oficinesca.
Añada Vd. que, probablemente, del
bombardeo de saturación se libre el juzgadete dedicado en exclusiva a combatir
la invasión alienígena de los ultracuerpos bancario-abusivos, así que somos
menos las criaturas entre las que repartir las sandias.
Ya le iré contando una vez comiencen las hostilidades.
Dios Guarde a Vd. muchos años y salude a su señora esposa.
Vicente.
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