domingo, 18 de marzo de 2018

El Refuerzo


   ¿Hay alguien ahí?...

   Muy magnífico y muy virtuoso Sr. Director.

   Aunque esta gaceta está más muerta que el proyecto de Podemos,  no puedo resistir  el impulso de remitirle la presente misiva para exponer la graciosa trapisonda ocurrida en el partido judicial donde tengo el honor de servir a la ciudadanía como miembro del excelso Cuerpazo de Pasteleo Procedimental y Manufactura  Burocrática.

   Para ello es preciso retroceder unos  años en el tiempo.

   Resulta que los próceres locales venían reclamando desde tiempo atrás la creación de una nueva Covachuela Judicial de Application Primus y de lo Inquisitorum y,  para calmar sus apetitos,  en las altas esferas decidieron crear un descacharrante sucedáneo al que se denominó Juzgado de Refuerzo.

   Formose  íntegramente la correspondiente plantilla de  chupatintas con interinos, ciudadanos estos contra los que no guardo ningún tipo de animadversión o prejuicio; pero estando la bolsa de tales especímenes más vacía que la caja registradora de un videoclub, los chicos del SPEE enviaron una remesa en plan sobre sorpresa  en la que, salvo alguna excepción,  sus integrantes gozaban de un sobresaliente mérito en común: No tener ni puta idea de lo que es una factoría judicial.

   Me dirá Vd. que eso se arregla con un cursillo acelerado y tras asimilar los interfectos que un exhorto no es una palabrota, aprender a recargar la grapadora con soltura  y localizar a primera vista donde está el interruptor del ordenador, asunto solucionado.

   Sin embargo, la realidad es que tras la entrada triunfal de la cosa electrónica el chisme Minerva hace tiempo que dejó de ser un editor de texto más o menos sofisticado y su uso, junto con otro montón de cacharros cibernéticos de gestión asociados, es algo más complicadillo; en fin, que  no basta con tener un somero conocimiento de los más dulces e inconfesables secretos de las normas procesales o ser un experto en el corta-pega para enfrentarse pugilísticamente con un expediente judicial con alguna garantía de éxito.

  
   ¿Resultado?... un embrollo  del tamaño de un búfalo mediano.

   ¿Solución?... reforzar el refuerzo con seres de más allá de Orión.

   ¿Consecuencias?...  un berenjenal del tamaño de un hipopótamo, pero de los gordos.

    Ahora, con la reciente creación de la covachuela demandada, el engendro desaparece de nuestras vidas… pero no sus consecuencias.

   Como  el nuevo y flamante ente debe comenzar su singladura limpio de polvo y paja, el entuerto se ha de repartir entre los que (teóricamente) fueron reforzados. Así que en unos pocos meses  caerán sobre nuestras testas una lluvia de expedientes en papel, expedientes electrónicos, expedientes medio pensionistas, documentos y oficios de su padre y de su madre, acuses de recibo de-vete-tú-a-saber-a-qué-corresponden, escritos del cámbrico superior,  comunicaciones telemáticas de ultratumba, un bocadillo de mortadela mordisqueado olvidado en un cajón  y demás restos de la actividad oficinesca.

   Añada Vd.  que, probablemente, del bombardeo de saturación se libre el juzgadete dedicado en exclusiva a combatir la invasión alienígena de los ultracuerpos bancario-abusivos, así que somos menos las criaturas entre las que repartir las sandias.

   Ya le iré contando una vez comiencen las hostilidades.

   Dios Guarde a Vd. muchos años y salude a su señora esposa.

   Vicente.


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